martes, 1 de diciembre de 2015

El fuerte carácter de las tórtolas turcas

Una de las aves más fieles al comedero que tengo puesto en el jardín es la tórtola turca.  De hecho, podría decir que es la que más veo después de los gorriones. Sin embargo solamente una pareja, que es como si tuviesen monopolizado el territorio de mi jardín, con el comedero incluido, aunque creo que crían en un cedro del vecindario. 

En el resto de la calle puedo ver otros ejemplares, pero por el momento aquí solo llega uno o dos ejemplares al mismo tiempo, claramente una pareja, que a veces están esperándome en el cableado para bajar en cuanto me ven entrar en casa por si les saco ya la comida. Pero antes de hablar de las tórtolas de mi jardín, no puedo menos que dar un repaso a algunas curiosidades de esta especie. 

Las primeras noticias que tuve de ellas, aparte de verlas en las guías de campo sin hacerles mucho caso, datan de hace unos 30 años, en un viaje de estudios por Cantabria integrado en las prácticas de Zoología de Vertebrados, cuando estaba estudiando la carrera. Entonces, en un determinado momento del viaje, el profesor, Manolo Fernández Cruz para más señas, hizo parar el autobús para mostrarnos un ejemplar posado en un cable de teléfono al borde de la carretera.

En ese momento me enteré de que era una especie que antes no estaba en la Península Ibérica, que había entrado desde Francia y estaba extendiéndose por la costa hacia el oeste. Posiblemente ese era uno de los primeros ejemplares que se veían en Cantabria.

Tórtola turca comiendo sedum en una roca del jardín en 2008. Cuando la nieve cubría esa gran roca las tórtolas escarbaban buscando la planta que se escondía debajo.

Como no soy "fervoroso pajarero" no me volvió a preocupar mucho la tórtola en cuestión. Supongo que alguna que otra vez la volví a ver en alguna de mis excursiones, pero no lo recuerdo especialmente. 

Ya fui plenamente consciente de ellas cuando me vine a vivir a la Sierra de Guadarrama, hace 16 años, pues escuché su canto y vi algunos ejemplares en los pinos de un jardín vecino.

Desde entonces, me acostumbré a verlas acudir al estanque de casa a beber, a las rocas a comer el sedum (lo comenté en ESTA ENTRADA de diciembre del 2008) y tímidamente, al principio, a alguno de los comederos.

Gorriones y la pareja de tórtolas en el comedero del jardín, soportando la nevada en febrero del año pasado.
A partir de ahí, en los alrededores su número no ha hecho más que aumentar, igual que en el resto de España. 

Es curiosa esta expansión coincide con la disminución de las tórtolas comunes. Posiblemente la razón sea que al instalarse en parques, jardines y cercanías de casas rurales y urbanas, se libra de la presión de la caza que es lo que está extinguiendo a nuestra tórtola común. Me parece que es el mismo caso que el de las palomas torcaces que habitan los pueblos y ciudades, en franco aumento, frente a las que realizan migraciones y son abatidas a su paso por los valles de montaña. Pura y dura selección natural frente a la depredación humana.

Para seguir con las curiosidades no puedo aguantar la tentación de comentar el origen de su curioso nombre científico: Streptopelia decaocto

Streptopelia viene del griego. Streptos quiere decir collar y Pelia quiere decir paloma, es decir: Paloma de collar.
Y decaocto, quiere decir dieciocho y parece ser que viene del nombre de una sirvienta de la mitología griega que fue convertida en tórtola por negarse a pagar un impuesto anual de 18 monedas. Sin embargo, hay otras explicaciones, como que es una onomatopeya de su canto, o que viene de otra deuda sin pagar relacionada con la crucifixión de Cristo.

Momentos de la danza de cortejo de una pareja de tórtolas turcas.
Y volviendo al vecindario y a mi jardín, he observado el comportamiento de las tórtolas en muchas ocasiones y no me cabe ni la menor duda de que aparte de la proximidad a las viviendas urbanas y el refugio que eso le supone contra cazadores y depredadores naturales, tiene mucho que ver su agresividad. Pero ¿agresiva una pequeña paloma? Pues sí, cuando se pelean por hembras o en defensa de un espacio el ruido que emiten es insospechado para un ave tan inofensiva, pero es que, además, las he visto varias veces lanzándose en picado contra las urracas que estaban en el comedero de casa y tengo comprobado que éstos córvidos las respetan. Si una urraca está en el comedero huye ante la llegada de una tórtola y, si es la tórtola la que está en él, entonces no se atreven a acercarse y se conforman con merodear por el suelo a esperar que caiga alguna migaja. Lo mismo ocurre con los rabilargos, que esperan impacientes en los árboles cercanos o rebuscan en el suelo y la rocalla al pie del comedero.

Rabilargo rebuscando la comida que cae al suelo. Las tórtolas desperdician mucha comida y otros pájaros la aprovechan.



Hace unos días pude ver como durante más de 5 minutos una sola tórtola mantuvo a raya a media docena de rabilargos. En el vídeo se ven en plena acción.


Cuando por fin la tórtola parecía saciada, fue cuando se retiró y los rabilargos entraron en tropel. Curiosamente, con los gorriones no tienen el menor problema en compartir la comida y ellos no se asustan.
Después de haber visto  a los rabilargos en documentales como se ensañan con los buitres negros en su nido e incluso con águilas y milanos en pleno vuelo, me resulta graciosísimo verlos achantarse ante una inerme tórtola.