domingo, 3 de agosto de 2014

Montañas, islas para animales y plantas.

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Picos de la Sierra de Guadarrama, islas en un mar de niebla.
Estoy seguro de que si Darwin en lugar de viajar por el mar, como lo hizo a bordo del Beagle, hubiese recorrido las cordilleras del mundo colectando animales, habría llegado a la misma conclusión sobre la evolución de las especies. Las montañas no dejan de ser islas separadas por llanuras entre las que el intercambio genético es muy escaso.
Y es que al observar las especies de alta montaña, sus semejanzas y sus diferencias, habría llegado al convencimiento de que muchas de ellas están emparentadas aún viviendo separadas por centenares de kilómetros y, cuanto más alejadas sean las montañas más diferentes serán las especies, aunque todas ellas estén adaptadas a las duras condiciones que impone la altitud y el clima.
Iberolacerta cyreni de la Sierra de Guadarrama
Desde luego, las islas Galápagos son el ejemplo perfecto de un laboratorio donde actúa la evolución, pero sabiendo observar también lo son las cumbres de las montañas.
No dudo que las iguanas son más fascinantes que las lagartijas serranas y las tortugas gigantes impresionantes comparadas con los escarabajos, pero las mariposas quizás no tengan nada que envidiar a los pinzones y, además, ir a verlos es mucho más económico, no sufriremos los mareos que padeció el bueno de Charles y haremos un ejercicio más sano.
Podarcis muralis en la Sierra de Guadarrama 
Respecto a las lagartijas, en los últimos años hemos visto como los taxónomos estudiosos de las lagartijas serranas ibéricas las han separado en siete especies diferentes a la vez que se retiraban del género Lacerta y se incluían en el género, Iberolacerta, que fuera de la península solo incluye otra especie más, relicta en los Alpes.
Pero no solo es interesante ver las diferencias entre las lagartijas serranas de diferentes macizos montañosos, sino observar su relación con las otras especies que habitan en las mismas montañas. Así, aunque la competencia entre especies sea muy controvertida para algunos ecólogos, el hecho es que donde Iberolacerta y Podarcis coinciden, son las Iberolacerta las que ocupan los pisos más altos, Podarcis muralis el piso intermedio y Podarcis hispanica la menor altitud. Pero en Sierra Nevada, donde no hay otras especies, es P. hispanica la que sube hasta muy por encima de los 3.000 metros, más arriba que cualquiera de las anteriores en el Sistema Central, cuyas montañas no son tan altas.
Podarcis hispanica en Sierra Nevada, por encima de los 2.500 metros de altitud
También son sumamente interesantes un grupo de escarabajos, con un nombre parecido a las lagartijas serranas: Iberodorcadion. Son cerambícidos de tamaño medio que se alimentan de raíces de plantas, muy concretas para cada especie. Las especies de montaña, que se alimentan de los piornos, tienen pequeñas variaciones según su origen y han dado lugar a un gran número de especies y subespecies de distribución muy restringida e interesante de seguir por las cuerdas serranas.  
Iberodorcadion perezi endemismo del Sistema Central
Iberodorcadion lorquinii endémico de Sierra Nevada
Igualmente, la mariposa ibérica montana por excelencia, Parnassius apollo, presenta diferencias en cada macizo montañoso y en base a ellos se han descrito muchas y discutidas subespecies. Las del norte peninsular tienen las manchas rojizas, pero las de Sierra Nevada son amarillas.
Parnassius apollo de la Sierra de Guadarrma, con manchas menos rojas que en Pirineos.
Parnassius apollo nevadensis, endémica de Sierra Nevada
Las cabras monteses son un ejemplo muy emblemático, en la Península Ibérica, de las cuatro subespecies descritas solo dos han sobrevivido, Capra pyrenaica victoriae en el centro de la Península y C. p. hispanica en las sierras mediterráneas y Sierra Nevada. 
Capra pyrenaica victoriae en la Sierra de Guadarrama.
Capra pyrenaica hispanica en Sierra Nevada, en pleno verano, cambiando el pelo y provista de un collar con un número. 
Se diferencian por la distribución de las manchas oscuras en los machos y en el grosor y sección de los cuernos. Además, su pariente más próximo, el íbice de los Alpes, Capra ibex, es más robusto, tiene los cuernos con los abultamientos muy marcados y en una sola curva espiral, a diferencia de las cabras monteses ibéricas, que los tienen más lisos y con dos curvaturas tomando la forma de una lira en los ejemplares más grandes. Una vez más nos damos cuenta de que en montañas próximas las poblaciones tienen un mayor grado de parentesco, son subespecies, mientras que en las más lejanas pueden considerarse especies diferentes. Eso, ahora y a nosotros, nos parece muy obvio, pero en tiempos de Darwin solo pensarlo era un pecado al contradecir a la biblia y aún hoy día, en alguna universidad americana lo atribuirían a un capricho divino y no a un efecto de la evolución.

La lista de plantas y animales, sobre todo insectos, sería larga y posiblemente muy interrelacionada, pero para no ser tan exhaustivo como el propio Darwin, voy a dejarlo aquí. Seguro que más adelante encuentro otros motivos para mostrar más interesantes endemismos montanos de los que he podido observar este verano.