sábado, 25 de octubre de 2014

Inquietantes mantis y sus presas

Si hay unos insectos que a todos nos fascinan, esos son sin duda las mantis. Voy a llamarlas así de manera general, pero este taxón agrupa en realidad a todo un suborden llamado Mantodea dentro del orden Dictyoptera que, por cierto, también incluye a las cucarachas (Blattodea).
Los Mantodea cuentan en la Península ibérica con cuatro familias distintas. 

La primera de ellas, la familia Amorphoscelidae, son unos animales raros, un poco diferentes al resto de sus parientes, sólo hay una especie ibérica, Perlamantis allilbertii, que nunca he visto o nunca he sido consciente de haberla visto, y digo esto porque cuando miro las fotos de ellas en Biodiversidad Virtual, pienso que lo mismo la he confundido con un plecóptero. De hecho, su nombre genérico, Perlamantis, quizás proceda de su parecido con los representantes del género Perla y similares. La cuestión es que no tengo ninguna foto que ofreceros y os sugiero pinchar en este enlace para conocerla.

De la segunda familia, Empusidae, igualmente sólo tenemos una especie en la Península Ibérica, Empusa pennata. Pocas veces la he visto, a pesar de que es abundante y tiene una amplia distribución, pero es que su capacidad de camuflaje es impresionante. Se la ha llamado mantis palo porque, como esos otros insectos, es muy alargada y hasta tiene unas expansiones en el cuerpo y las patas que ayudan a que se confundan con los tallos y hojas de las plantas donde vive y acecha a sus presas.


Las fases juveniles de esta especie suelen tener el abdomen curvado hacia arriba en la parte final, un carácter muy común en las mantis de pequeño tamaño, pero los adultos lo tienen recto. Las hembras son algo más grandes que los machos y éstos tienen unas grandes antenas de aspecto plumoso.

El gran ejemplar de esta segunda fotografía, lo encontré por casualidad cerca de casa al fijarme en la extraña postura de la abeja que tiene entre sus patas. Tenía la sensación de que veía algo mal, hasta que mis ojos lograron enfocar al insecto que había detrás de la abeja que se debatía entre sus tenazas. Su cuerpo se confundía perfectamente entre las hojas del cardo corredor y solo el color de su presa la había delatado.

La tercera familia es Mantidae, la más numerosa y conocida. 
En mi jardín suelo encontrar, casi cada año algún ejemplar de Ameles spallanzania, un animalito rechoncho y con una mirada tan sagaz o más que la de las grandes mantis.

El ejemplar de estas primeras fotos lo encontré en la terraza de casa y la mosca que tiene entre sus patas me la arrebató literalmente de las pinzas con la que se la acerqué. Luego, la ingesta fue tan rápida que apenas me dio tiempo a hacerle fotos. Me llama mucho la atención con que cuidado mastican y tragan hasta el último segmento de las patas, por muy duros que parezcan.
En un mismo grupo de plantas y en diferentes momentos, las he encontrado de color pardo claro y de intenso verde, que no siempre se correspondía con el color de su entorno, aunque se supone que su color depende de las plantas donde habita cuando hace la muda.
A finales de verano es cuando mejor se encuentran, porque las hembras tienen el abdomen muy engrosado, se mueven más torpemente y llaman mucho la atención.
Los machos de Ameles son alados, esbeltos como cualquier mantis y, por mi experiencia, mucho más inquietos.

También a finales de verano e inicio del otoño encuentro ejemplares adultos y, sobre todo, hembras de la especie que da nombre a todo el grupo: Mantis religiosa. Las veo en mi jardín, pero también en medio de la calle y en sitios muy poco recomendables para su supervivencia. Están buscando el lugar donde hacer la puesta y me da la impresión de que para ello, aprovechando que la fase adulta es en la que tienen las alas completamente desarrolladas, debe ser el momento de dispersión y colonización de la especie.
Como Ameles, se encuentran de color pajizo o verdes y, como todo el grupo, combinan su coloración con los movimientos espasmódicos que la ocultan en su entorno cuando están entre la vegetación. Son movimientos muy parecidos a los que hacen los camaleones al acercarse a una presa, lo que me hace suponer que se trata de una evolución convergente debida a que la visión de los insectos que son sus presas, debe confundir esos movimientos con los que el viento provoca en las plantas. En cambio, sobre paredes y asfalto destacan sobremanera y por eso en la fase de dispersión es cuando más se encuentran y posiblemente cuando más mueren.
En las siguientes fotos muestro un ejemplar que cazó ante mis asombrados ojos (y cámara fotográfica), dos abejas a la vez, cuando yo ni siquiera me había percatado de que se habían posado en la flor de menta. Luego, viendo las fotos con detalle, me di cuenta de que las abejas eran macho y hembra (el macho es el de las antenas largas, lo tiene en su pata derecha). Posiblemente venían copulando o estaban comenzando a hacerlo en ese mismo momento. Tampoco tardó mucho en comerlas, primero una, de principio a fin, y luego la otra con total parsimonia.
Para colmo, no tardó mucho en cazar y comerse otra abeja. Se ve que el embarazo le produce mucha hambre.
Como decía más arriba, lo que buscan tras este periodo de dispersión es encontrar un lugar para hacer la puesta, que en el caso de Mantis religiosa suele ser en la grieta de una piedra, bajo ellas o en una corteza, en un lugar resguardado del frío y el agua. Para mayor protección de los huevos, a la vez que los pone la hembra expulsa una espuma que al poco tiempo se endurece teniendo el aspecto de uno de esos modernos materiales aislantes que se usan en la construcción y que salen líquidos del bote para luego endurecerse en contacto con el aire. La naturaleza ha inventado muchas cosas antes que nosotros. Estos estuches de huevos se llaman científicamente ootecas. En la siguiente primavera, si no hay ningún contratiempo, nacerán unas cuantas decenas de minúsculas mantis de color pajizo, que se perderán entre la hierba y cazarán evitando ser cazadas hasta que alcancen el tamaño de sus padres.
Hay una cuarta familia llamada Tarachodidae, cuya única especie ibérica es Iris oratoria, que es muy parecida a las Mantis, pero de menor tamaño y con un precioso diseño en las alas posteriores, las membranosas que suelen llevar ocultas, pero que esta especie abre cuando se siente en peligro. Así toma un aspecto amenazante que se supone asusta a sus enemigos, como pájaros insectívoros y pequeños reptiles. No contenta con abrir las alas de golpe, también frota el extremo de su abdomen con ellas para hacer un ruido parecido al que se hace al arrugar un plástico. Tampoco tengo ninguna foto de esta especie, aunque la he visto muchas veces no he tenido la suerte de llevar la cámara encima. Os recomiendo verla en esta preciosa foto de Francisco Rodríguez en Biodiversidad Virtual.

Creo que hay una razón por la que las mantis nos llamen más la atención que otros insectos, el hecho de tener la cabeza bien diferenciada del cuerpo y, además, que sus patas anteriores sean capaces de manipular a sus presas para llevárselas a la boca. Esas características y que el tórax sea estrecho, como si fuese un cuello, les dan un aspecto ligeramente humanoide, propio de los alienígenas que nos pintan en las novelas de ciencia ficción.

Estos días de sol otoñal son ideales para ver mantis, pero no hay que molestarlas, están a punto de cumplir con su función en la vida, asegurar la siguiente generación.

NOTA TAXONÓMICA IMPORTANTE: Desde que escribí esta entrada la taxonomia de las mantis ha cambiado y también se han descubierto en la península ibérica nuevas especies procedentes de África y Norteamérica. Así, el número de familias ha subido a ocho y también la asignación de algunas especies a nuevos nombres de familia, como por ejemplo Ameles en Amelidade, antes en la categoría de subfamilia como Amelinae.

domingo, 3 de agosto de 2014

Montañas, islas para animales y plantas.

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Picos de la Sierra de Guadarrama, islas en un mar de niebla.
Estoy seguro de que si Darwin en lugar de viajar por el mar, como lo hizo a bordo del Beagle, hubiese recorrido las cordilleras del mundo colectando animales, habría llegado a la misma conclusión sobre la evolución de las especies. Las montañas no dejan de ser islas separadas por llanuras entre las que el intercambio genético es muy escaso.
Y es que al observar las especies de alta montaña, sus semejanzas y sus diferencias, habría llegado al convencimiento de que muchas de ellas están emparentadas aún viviendo separadas por centenares de kilómetros y, cuanto más alejadas sean las montañas más diferentes serán las especies, aunque todas ellas estén adaptadas a las duras condiciones que impone la altitud y el clima.
Iberolacerta cyreni de la Sierra de Guadarrama
Desde luego, las islas Galápagos son el ejemplo perfecto de un laboratorio donde actúa la evolución, pero sabiendo observar también lo son las cumbres de las montañas.
No dudo que las iguanas son más fascinantes que las lagartijas serranas y las tortugas gigantes impresionantes comparadas con los escarabajos, pero las mariposas quizás no tengan nada que envidiar a los pinzones y, además, ir a verlos es mucho más económico, no sufriremos los mareos que padeció el bueno de Charles y haremos un ejercicio más sano.
Podarcis muralis en la Sierra de Guadarrama 
Respecto a las lagartijas, en los últimos años hemos visto como los taxónomos estudiosos de las lagartijas serranas ibéricas las han separado en siete especies diferentes a la vez que se retiraban del género Lacerta y se incluían en el género, Iberolacerta, que fuera de la península solo incluye otra especie más, relicta en los Alpes.
Pero no solo es interesante ver las diferencias entre las lagartijas serranas de diferentes macizos montañosos, sino observar su relación con las otras especies que habitan en las mismas montañas. Así, aunque la competencia entre especies sea muy controvertida para algunos ecólogos, el hecho es que donde Iberolacerta y Podarcis coinciden, son las Iberolacerta las que ocupan los pisos más altos, Podarcis muralis el piso intermedio y Podarcis hispanica la menor altitud. Pero en Sierra Nevada, donde no hay otras especies, es P. hispanica la que sube hasta muy por encima de los 3.000 metros, más arriba que cualquiera de las anteriores en el Sistema Central, cuyas montañas no son tan altas.
Podarcis hispanica en Sierra Nevada, por encima de los 2.500 metros de altitud
También son sumamente interesantes un grupo de escarabajos, con un nombre parecido a las lagartijas serranas: Iberodorcadion. Son cerambícidos de tamaño medio que se alimentan de raíces de plantas, muy concretas para cada especie. Las especies de montaña, que se alimentan de los piornos, tienen pequeñas variaciones según su origen y han dado lugar a un gran número de especies y subespecies de distribución muy restringida e interesante de seguir por las cuerdas serranas.  
Iberodorcadion perezi endemismo del Sistema Central
Iberodorcadion lorquinii endémico de Sierra Nevada
Igualmente, la mariposa ibérica montana por excelencia, Parnassius apollo, presenta diferencias en cada macizo montañoso y en base a ellos se han descrito muchas y discutidas subespecies. Las del norte peninsular tienen las manchas rojizas, pero las de Sierra Nevada son amarillas.
Parnassius apollo de la Sierra de Guadarrma, con manchas menos rojas que en Pirineos.
Parnassius apollo nevadensis, endémica de Sierra Nevada
Las cabras monteses son un ejemplo muy emblemático, en la Península Ibérica, de las cuatro subespecies descritas solo dos han sobrevivido, Capra pyrenaica victoriae en el centro de la Península y C. p. hispanica en las sierras mediterráneas y Sierra Nevada. 
Capra pyrenaica victoriae en la Sierra de Guadarrama.
Capra pyrenaica hispanica en Sierra Nevada, en pleno verano, cambiando el pelo y provista de un collar con un número. 
Se diferencian por la distribución de las manchas oscuras en los machos y en el grosor y sección de los cuernos. Además, su pariente más próximo, el íbice de los Alpes, Capra ibex, es más robusto, tiene los cuernos con los abultamientos muy marcados y en una sola curva espiral, a diferencia de las cabras monteses ibéricas, que los tienen más lisos y con dos curvaturas tomando la forma de una lira en los ejemplares más grandes. Una vez más nos damos cuenta de que en montañas próximas las poblaciones tienen un mayor grado de parentesco, son subespecies, mientras que en las más lejanas pueden considerarse especies diferentes. Eso, ahora y a nosotros, nos parece muy obvio, pero en tiempos de Darwin solo pensarlo era un pecado al contradecir a la biblia y aún hoy día, en alguna universidad americana lo atribuirían a un capricho divino y no a un efecto de la evolución.

La lista de plantas y animales, sobre todo insectos, sería larga y posiblemente muy interrelacionada, pero para no ser tan exhaustivo como el propio Darwin, voy a dejarlo aquí. Seguro que más adelante encuentro otros motivos para mostrar más interesantes endemismos montanos de los que he podido observar este verano. 



miércoles, 19 de marzo de 2014

¡NO ME TOQUES LOS HERPETOS!

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Este es un tema que lleva tiempo preocupándome, especialmente en estos momentos en que miles de personas se lanzan al campo a observar animales y hacer fotos. Todos tenemos asumido desde hace mucho que no hay que fotografiar aves en sus nidos, de la misma manera que no se deben coger con las manos los pájaros y sólo los que poseen un reconocido carnet de anillador, para el que se exigen determinados conocimientos, pueden manipularlos para tomar los datos científicos necesarios. Sin embargo ¿Por qué si a los anfibios y los reptiles?

Rana común, Pelophylax perezi, cantando en pleno día. Fotografía realizada con teleobjetivo.

La respuesta es sencilla, porque son fáciles de capturar y manejar, aparentemente sin causarles daño. Pero no es así. Por supuesto, la captura y manipulación les produce estrés, puede afectar a sus defensas e incluso a su supervivencia.
Sapo corredor, Epidalea calamita, bajo una piedra. Los sapos mantienen la humedad en los terrenos secos enterrándose, Si les provocamos la expulsión de orina estamos contribuyendo a su deshidratación. Tampoco es buena idea mover demasiadas piedras en una misma zona.

Comenzando por los anfibios, su piel es muy permeable y, aunque tienen sus medios de defensa químicos, podemos decir que es delicada. Ellos viven en un medio húmedo cargado de bacterias, protozoos, hongos y otros parásitos. Una buena muestra de ello es el hongo que les afecta en casi cualquier lugar del mundo por el cual los herpetólogos que manejan a estos animales se ven obligados a desinfectar sus equipos e incluso a tener equipos diferentes para cada lugar de trabajo. ¿Podemos entonces los naturalistas de a pie ir por ahí manipulándolos? Evidentemente podemos, pero no debemos.
Sapo corredor, Epidalea calamitamacho en una charca cantando y esperando la llegada de las hembras. Ellos se colocan en la charca expulsando a los vecinos con intentos de amplexus. Capturarlos sin justificación altera su comportamiento. Por cierto, por la noche es mejor observarlos con luz roja en la linterna para que no se asusten tanto.
Una típica respuesta de un anfibio a la manipulación es soltar un chorro de orina con mucha agua. Agua, un elemento muy necesario para un anfibio al que renuncia como medio de defensa, pero que en un entorno seco, como en el que se encuentran algunas especies de sapos, les puede resultar imprescindible.
De la misma manera los productos químicos con los que nos impregnan les resultan necesarios para defenderse de las infecciones y de los posibles depredadores, es una pena que se malgaste en nuestras manos y una incongruencia que los que más amamos a estos seres les causemos un perjuicio.

Bufo spinosus, nuevo nombre para los sapos comunes de la Península ibérica y la mitad sur de Francia. B. bufo queda más al norte y al oeste.

Con los reptiles ocurre algo muy parecido, ellos también se defienden soltando orina y excrementos, que muchas veces, si no los hubiésemos manipulado los habrían utilizado para marcar el territorio e incluso para informar a los demás ejemplares de la especie su estado de salud, celo, etc. ¿Les causaríamos ese perjuicio intencionadamente?

Salamanquesa común, Tarentola mauritanica, con la cola regenerada. Es muy común que las salamanquesas hayan perdido la cola por sus peleas territoriales, cortejos y defendiéndose de sus mayores depredadores: los gatos.

Pero el daño más fuerte que les podemos causar es la pérdida de la cola a los saurios. ¡Que levante la mano quien no lo haya provocado nunca! Regenerar la cola implica una gran perdida de energía y es fundamental en los cortejos y luchas por el territorio. Perder la cola es el  último recurso para defenderse de un depredador. Si la pierde en nuestras manos, ¿como se defenderá cuando sea atacado? 
Culebra viperina jóven, Natrix maura, en actitud defensiva, poniendo la cabeza triangular para imitar a las víboras. Estas serpientes sueltan un líquido pestilente junto con sus excrementos cuando las manipulamos, pero seguro que son más felices cuando tienen "el depósito lleno"

Se me podrá decir que la manipulación es necesaria para poder saber la especie. Rotundamente no. Con la fotografía actual eso no es cierto. Alguien que tiene conocimientos sobre las especies de una zona concreta es capaz de diferenciarlas sin manipularlas y si no tiene esos conocimientos no debe manipularlas tampoco. Lo siento, quizás hay algún lugar muy concreto donde sea necesario fijarse en determinados caracteres, pero entonces hay que dejárselo a los especialistas, no a los aficionados. Una buena fotografía puede solventar esos problemas y cuando se sabe lo que hay que mirar, se sabe lo que hay que fotografiar.

Para mostrarlo voy a poner un par de ejemplos muy clásicos, las lagartijas de género Podarcis y las culebras lisas, del género Coronella, ambas de la Sierra de Guadarrma, donde los dos pares de especies conviven y se discriminan por altitud e insolación, pero con un cierto solapamiento.

Podarcis guadarramae (noroccidental, antes hispanica, lagartija ibérica) y Podarcis muralis (lagartija roquera). 
Las lagartijas de este género son complicadas, hasta el extremo de que los herpetólogos que las diferencian bien en su zona de campeo habitual, no lo tienen tan claro cuando visitan otros parajes.
Aquí, en mi tierra, la Sierra de Guadarrama, se aprecia muy bien la línea vertebral oscura que suelen tener en su dorso P. muralis estando ausente en P. guadarramae. Pero como los diseños pueden ser muy variados, el carácter más diferenciador es la garganta de los machos, que las ibéricas tienen con puntos y las roqueras con manchas irregulares.

Cabeza de lagartija noroccidental, Podarcis guadarramae, asomándose entre las grietas del muro donde se había escondido. Apenas tardan unos minutos en mirar para ver si seguimos allí y, si nos movemos poco y les hacemos fotos desde cierta distancia, enseguida se acostumbran a nuestra presencia y salen del todo. Se ve perfectamente la garganta punteada.
Quizás haya que permanecer un buen rato y hasta tumbarse en el suelo esperando a que las lagartijas se asomen de su escondrijo, pero no es difícil pillar su parte inferior en la foto. Y además es divertido observar su comportamiento y la curiosidad con que nos miran. También es bastante seguro ver la zona lateral entre el ojo y el oído, que suele ser más negro en las roqueras.
Estas dos fotografías están hechas en el mismo día con pocos minutos de diferencia, guadarramae a 1500 metros de altitud y muralis a 1520 m.
Cabeza de lagartija roquera, Podarcis muralis, también asomada en la grieta de las rocas, casi tan curiosa conmigo como yo con ella. Igualmente se aprecia la distintiva garganta con manchas en retículo. El rojizo puede presentarse en las dos especies y es distintivo del celo, pero aquí, quizás, es más común y permanente en la roquera.

Coronella austriaca (culebra lisa europea) y Coronella girondica (culebra lisa meridional)
Estas dos especies se diferencian perfectamente si  podemos ver el diseño de las escamas ventrales, que son grisáceas y uniformes en C. austriaca y con manchas bien definidas en C. girondica, pero todos sabemos que es muy complicado ver el vientre de una serpiente sin cogerla con la mano. Sin embargo, hay otros caracteres en los que nos podemos fijar, fundamentalmente en las escamas supralabiales, que en las europeas coinciden bajo el ojo la tercera y la cuarta escama mientras que en las meridionales coinciden la cuarta y la quinta. 

Culebra lisa europea, Coronella austriaca.
Las siguientes fotos las tenía desde hace tiempo en el ordenador y al hacerlas no tenía intención de mostrar esas escamas, pero se ven. 
Detalle de la cabeza de Culebra lisa europea, Coronella austriaca, indicando las escamas supralabiales. También se aprecia la escama rostral, en el morro, picuda hacia atrás.
Igualmente se observa que en C. austriaca la escama rostral termina en pico hacia atrás entre las internasales, mientras que en C. girondica esa parte trasera de esa escama es plana.

Culebra lisa meridional, Coronella girondica.
Las serpientes tienen dos maneras de responder a nuestra presencia, una es huir y lo mejor que podemos hacer es dejarlas en paz y otra replegarse e incluso tomar alguna postura amenazante, especialmente las especies que tienen cierta semejanza en el diseño con las víboras. Entonces no es difícil verlas bien e incluso hacer las fotografías necesarias.
Detalle de la cabeza de Culebra lisa meridional, Coronella girondica. También se ve que la escama rostral no es picuda hacia atrás y por tanto no se mete entre las internasales como en la europea.

Por último no quiero dejar de dar un dato importante: La mayor parte de las personas mordidas por víbora en nuestro país son varones adolescentes. ¿Por qué? pues porque son los que haciéndose los "machitos" intentan manipularlas.
¿Donde quiero llegar con todo esto? Pues a rogar que no se manipulen los animales y muy especialmente que no se publiquen fotografías con animales en las manos. 
Creo que la mayor parte de los naturalistas aborrecemos el comportamiento de cierto personaje televisivo que agarra todo bicho viviente para mostrarlo a la cámara, incomodándolos y dando un mensaje contrario al que promovemos los defensores de la naturaleza. Entonces ¿por qué no evitar las fotos de herpetos en la mano? Tampoco creo que deban sujetarse para mostrarlo en visitas guiadas y actividades en la naturaleza con monitor. Precisamente esos son los momentos más importantes para dar el mensaje de respeto a los que por primera vez se acercan a estos indefensos animales.
Puede que hace años, cuando éramos cuatro gatos los locos por los anfibios y los reptiles, cuando apenas había información y éramos casi autodidactas (además de adoradores de la única guía existente, la de Alfredo Salvador), quizás entonces podíamos tener alguna justificación, pero ahora que "afortunadamente" somos miles los que nos gustan, es el momento cambiar nuestra actitud si queremos de verdad conservarlos y podamos decir que sí, que ese "afortunadamente" es cierto y real.
Lagartijo roquero, Podarcis muralis. Como no le manipulé, creo que quedamos como amigos y no tuvo inconveniente en posar para la sesión fotográfica, aunque no me quitaba la vista de encima.

Para las fotos, por cierto, recomiendo el equipo que yo uso, un objetivo macro de 100 mm que permite hacer las fotos del animal completo a más de un metro de distancia y los detalles como la cabeza de una lagartija llenando la pantalla desde más de 30 cm. Tampoco son tan malos los teles, que no solo valen para sacar pájaros, algunas de mis mejores fotos de mariposas están hechas con él.
Tomando fotos con un zoom de 200 mm

Las fotos deben ser un medio, no un fin y molestar a los animales no está justificado ni por la mejor foto del mundo.





lunes, 3 de marzo de 2014

Comportamiento de las aves en el comedero




De izquierda a derecha, herrerillo común, carbonero común y pico picapinos, compartiendo espacio en el comedero.
Observando a los pájaros que acuden a comer cacahuetes en El Ventorrillo, me atrevo a sacar algunas conclusiones sobre su comportamiento. No son resultados que pudiéramos llamar científicos, pues no he cuantificado y clasificado las pautas de comportamiento ni he seguido ningún método estadístico para compararlas, pero espero que mis lectores, la mayoría naturalistas como yo, den a mis comentarios su justo valor, que no pretende llegar a revistas de impacto ni excelencia investigadora. Además, estoy seguro de que estas cosas han sido ya estudiadas por ornitólogos y existe bibliografía que no he consultado. Estas observaciones son un mero divertimento y no tienen más pretensiones.

Carbonero común en posición de amenaza con las alas abiertas ante otro ejemplar que se acerca al comedero.
He utilizado dos tipos comederos iguales, cargados de cacahuetes y a escasos metros el uno del otro. Uno de ellos pegado al tronco de un árbol y el otro colgado de una de sus ramas. Todas las especies han visitado uno y otro en alguna ocasión, aunque con claras preferencias. Igualmente algunos comparten el espacio con otros ejemplares y especies, pero otros son intolerantes con la compañía. 

Dos ejemplares de carbonero común perfectamente distinguibles por el estado de su plumaje. El de la izquierda fácilmente reconocible, es un visitante habitual del comedero. La postura en horizontal, es característica de la especie.

Es diferente la manera de acudir y de colocarse en los comederos y hay variaciones según la especie, pero también según el individuo, como he comprobado cuando he sido capaz de diferenciarlos. Para reconocer a los ejemplares individualmente, que es una de las cosas más interesantes de las observaciones del comportamiento animal, me he fijado en algunas características físicas propias de animales concretos y, por supuesto, en que algunos ejemplares tienen anillas de colores, pues fueron anillados por científicos para sus proyectos de investigación.

Herrerillo común en postura vertical, mucho más frecuente en ésta que en otras especies de páridos.

A lo largo de las observaciones he podido ver que han acudido a los comederos al menos los siguientes ejemplares de cada especie:

- Hasta 8 ejemplares de carbonero común, vistos todos a la vez, ninguno es portador de anillas. 
- 4 de herrerillo común, vistos 3 a la vez sin anillas y uno con una anilla verde. 
- 3 de carbonero garrapinos, por separado, uno con anilla azul, otro con dos rojas y alguno sin ellas.
- 2 de herrerillo capuchino, vistos por separado, uno con anilla amarilla. 
- 2 de trepador azul vistos por separado, uno con anilla azul. 
- 3 Pico picapinos, dos hembras con diferente colorido de pecho y un macho.
- 3 arrendajos vistos los tres a la vez.
- Y un macho de pinzón común, que no come en el comedero pero sí los restos que caen al suelo.

Evidentemente son números mínimos, pues no puedo saber si los no anillados son siempre los mismos individuos, pero creo que no me desvío mucho en cuanto a abundancia de cada una de las especies observadas.

Herrerillo común colgado en la parte inferior del comedero en otra de sus clásicas posturas y carbonero común en la suya.

Aunque hay variaciones según la especie, en general, y como era de esperar, los primeros ejemplares que acuden al comedero, no entran directamente, sino que se posan en alguna rama del entorno y tardan más en empezar a comer. Cuando ya hay pájaros comiendo, ejemplares de algunas especies entran directamente, pero otras nunca lo hacen así. Por ejemplo, los picapinos que he observado siempre se posan antes en el tronco del árbol, la mayor parte de las veces por la parte de detrás y dan la vuelta al tronco asomándose con bastante precaución. 

Herrerillo y carboneros compartiendo comedero. Los dos carboneros de la parte inferior son macho, a la izquierda, y hembra, a la derecha. Se diferencian por la anchura de la mancha negra que recorre el pecho y vientre.

Los carboneros comunes dominan por tamaño y por número a los demás páridos, pero son bastante tolerantes, aunque a medida que nos acercamos a la primavera hay algunos ejemplares algo más agresivos amenazan abriendo las alas al llegar al comedero, y tampoco dudan en empujar a otros ejemplares de su especie o de otra, aunque una vez puestos a comer se les suele olvidar el asunto. Quizás en primavera, con territorios y crías, sea otra cuestión, pero entonces no tendré los comederos puestos.

Herrerillo capuchino posado en el tronco del árbol, controlando el entorno antes de entrar en el comedero.
Tanto los herrerillos capuchinos como los carboneros garrapinos, son los que menos veces acuden al comedero y siempre lo hacen en solitario. Los capuchinos prefieren comer en el suelo si hay algún cacahuete caído, o rebuscando los trocitos que siempre se les escapan a los demás. Las dos especies prefieren entrar en el comedero cuando está vacío y sus visitas son muy rápidas, quizás por no sentirse seguros sin ejemplares de su misma especie alrededor.

Herrerillo capuchino. Mismo ejemplar de la foto anterior ya concentrado en la comida.
Aunque todos los páridos son verdaderos acróbatas y se posan en casi cualquier postura imaginable para ponerse a comer, la frecuencia con que se colocan  en una u otra postura es diferente según la especie. Por ejemplo, los carboneros comunes suelen colocarse en posición horizontal, de lado, con una pata mucho más alta que la otra. Sin embargo, los herrerillos comunes, aunque a veces hacen lo mismo, con mucha frecuencia se ponen en posición vertical con las dos patas en paralelo casi a la misma altura. También es más frecuente que los herrerillos comunes y carboneros garrapinos se coloquen colgados en la parte inferior. Podría pensarse que es la manera de esquivar a los carboneros comunes que dominan en número y tamaño, y así es, pero también lo hacen cuando están en solitario. Además, en la parte de abajo del comedero quedan trozos pequeños de cacahuete y les resultan más fáciles de sacar.

Carbonero garrapinos. Se aprecia la anilla azul de su pata izquierda.

Los trepadores azules, como es típico en ellos, se colocan verticalmente y cabeza abajo. Si en el comedero está vacío se acercan desplazándose por el tronco, pero si hay otros pájaros comiendo, su entrada es directa y atacando.

Trepador azul.

Los demás pájaros pequeños huyen ante la llegada del trepador azul con su actitud agresiva, así que siempre termina comiendo él solo. Además a esta especie también le gusta comer en el suelo si hay alimento disponible.

Mientras algunas aves están entretenidas comiendo, lo más normal es que en las ramas de alrededor haya unas cuantas esperando para entrar o vigilando. Cuando alguien se acerca al comedero, aunque aún no haya doblado la esquina de la casa y esté fuera de su vista, los pájaros se asustan, porque se escuchan los pitidos de alarma que son fácilmente interpretados por los bandos mixtos de páridos y trepador.

Trepador azul en el momento de entrar en el comedero, atacando a un carbonero común que se encontraba en él. También se distingue su anilla azul.

Los picapinos, además de su curiosa y desconfiada manera de acercarse al comedero, que comento más arriba, tienen otra curiosa peculiaridad: cuando recogen un trozo de cacahuete mínimamente grande parece que no son capaces de tragarlo, se lo llevan a un lado, lo encajan en una grieta de la corteza y allí se supone que lo parten y lo tragan. En el vídeo, más adelante, se puede ver ese detalle y con atención también cómo se valen de la lengua para sacar los fragmentos.

Pico picapinos distinguible por la coloración particularmente rojiza de su pecho y garganta.

En el vídeo se diferencian dos de los ejemplares de pico picapinos que acuden habitualmente al comedero, las dos hembras. Al macho no le he podido grabar. Los dos ejemplares tienen actitudes bien diferentes, la de pecho más blanco se muestra confiada y es muy hábil sujetando el comedero con una pata mientras con la otra se agarra al tronco. En cambio, la de color más rojizo, que es la de la foto anterior, es muy torpe y miedosa, no es capaz de sujetar el comedero y a base de picotazos saca poca comida. Además está siempre pendiente, me temo que no solo de posibles depredadores sino de la otra hembra, que debe debe ser más dominante. Nunca he visto dos picapinos comiendo a la vez, pero si junto a otras especies. Los picapinos prefieren el comedero pegado al tronco, pero también los he visto en el colgante en alguna ocasión.

Arrendajo que se dedica a observar al humano fotógrafo.

Por último hay unos llamativos visitantes que son muy torpes en los comederos, pero no desperdician ninguna oportunidad de acudir a la comida que pueda haber en el suelo: los arrendajos. Bajan tres ejemplares, dos de ellos siempre a la gresca, aunque en los árboles he visto alguno más. Ante su presencia todos los demás huyen. Con ellos tengo la sensación de que me observan a mi tanto como yo a ellos.

Arrendajo cansado de no sacar comida y de aguantar al fotógrafo.

En los siguientes vídeos se pueden ver algunas de las cosas que comento. En primer lugar los páridos y el trepador azul.




A continuación los picapinos.



Los más pajareros, que hayan llegado hasta aquí en su lectura, seguro que están sobradamente informados de la actual nomenclatura de los páridos, pero debo confesar que a mi aún me cuesta acostumbrarme. Por eso y por los despistados, añado los nombres científicos de todas las especies tratadas:

Familia Picidae:
- Pico picapinos, Dendrocopos major.

Familia Paridae:
- Carbonero común, Parus major.
- Carbonero garrapinos, Periparus ater.
- Herrerillo común, Cyanistes caeruleus.
- Herrerillo capuchino, Lophophanes cristatus.

Familia Sittidae:
- Trepador azul, Sitta europaea.

Familia Corvidae:
- Arrendajo, Garrulus glandarius.

Familia Fringillidae:
- Pinzón común, Fringilla coelebs.