martes, 26 de marzo de 2013

Aves del embalse de Santillana (2ª parte)

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Continúo con las especies de aves que he podido fotografiar más o menos dignamente en el embalse de Santillana a lo largo de estos últimos años, aunque soy muy consciente de que afortunadamente hay muchas más especies de las que aquí pongo. Por cierto, que en la entrada anterior he añadido una imagen de ánades frisos, que tenía olvidados y ahora me he recordado de ellos al poner la foto del cormorán.
Una mañana de invierno pude seguir las evoluciones del andarríos chico, que tan pronto metía todo el pico dentro del agua como picoteaba algún bichillo de la orilla o que pasase flotando. La verdad es que no sé muy bien qué podría encontrar, porque hacía mucho frío e incluso en algunos lugares, donde no había movimiento de agua, el hielo cubría las orillas. No sé cómo soportan el frío en las patas.
Andarríos chico, Tringa hypoleucos 
En cambio, los chorlitejos procuran no mojarse y se mantienen justo al borde del agua con sus rápidas carreras, que parece que tengan ruedas o como esos personajes de dibujos animados que giran las piernas sin mover el cuerpo. Y de vez en cuando, un corto vuelo, para alejarse de ese intruso con cámara de fotos.


Chorlitejos chicos, Charadrius dubius 


En el otro extremo del embalse, lo más alejadas posible de las personas que pasean por las orillas los fines de semana, cerca de donde en la entrada anterior fotografié los cientos de gaviotas sombrías, es el lugar donde se reúnen las cigüeñas. Es curioso, solo unos cientos de metros más allá están sus nidos donde parmanecen separadas por parejas, pero aquí, a la orilla del embalse se reúnen. Muchas de ellas sabemos que acuden a comer, también junto a las gaviotas, al cercano vertedero de Colmenar Viejo. Aquí más bien descansan o quizás charlen sobre sus asuntos:
- "Este año parece que viene bien de agua y vamos a poder comer ranas y sapos"
- "Y yo que venía del nogte de Fgansia buscando un poco de sol"
- "Otgo año me voy a Afgica"
- "No te creas, aquí tienes la comida asegurada en el vertedero y no hay que volar tanto"
Grupo de cigüeñas, Ciconia ciconia.
Y también allí, cuando las gaviotas levantan el vuelo, quedan al descubierto las garzas reales, más flemáticas y menos asustadizas.

Garzas reales, Ardea cinerea.
El embalse de Santillana fue el lugar donde por primera vez vi los cormoranes. Por aquel entonces en medio del agua, frente al castillo, se asomaban unas ramas de árboles, posiblemente fresnos, que hace mucho que desaparecieron. Entonces era mucho menos frecuente verlos en las aguas del interior peninsular. Ahora no están esos árboles, pero siguen fieles a su costumbre de posarse en lugares rodeados de agua, como esas rocas, donde extienden sus alas para secarse.

Cormorán,  Phalacrocorax carbo y un ánade friso que se asoma
por detrás y nos da una idea de su respetable tamaño.
Parece que es más propio de bosques de ribera la visita, aunque sea invernal, de los martines pescadores, pero también aquí se dejan ver de cuando en cuando, tanto en los árboles cercanos al agua como en las rocas y palos de la orilla desde donde pueden otear en busca de pececillos.

Martín pescador, Alcedo atthis.

Naturalmente hay muchas otras especies de aves no estrictamente acuáticas o ligadas al agua que pueden observarse en el entorno del embalse, como la lavandera blanca, haciendo honor a su nombre en la orilla del agua, moviendo la cola como dicen que hacían las mujeres que iban a lavar al río con sus palas para golpear y estrujar la ropa. 

Lavandera blanca, Motacilla alba.
O este carbonero que parece invitarnos a leer los carteles informativos sobre los peces del embalse, puestos hace no muchos años, pero que ya dan muestras de deterioro. La mayoría de estos peces son especies introducidas y seguro que con ellos llegaron las almejas chinas invasoras.
Carbonero común, Parus major.





Igualmente los ubicuos y simpáticos petirrojos alegran los árboles de ribera con sus movimientos casi espasmódicos.
Petirrojo, Erithacus rubecula.
Y, de cuando en cuando, alguna que otra especie más, que acude a beber.
Pardillos comunes, Acanthis cannabina.

martes, 19 de marzo de 2013

Aves del embalse de Santillana (1ª parte)

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En el mes de octubre del año pasado, tras la gran sequía que arrastramos desde el verano, como ya mostré en la entrada sobre la almeja invasora, la cola del embalse tenía este aspecto:


Ahora, después de las abundantes lluvias invernales, desde aproximadamente el mismo lugar, el aspecto del embalse es este:


Con el nivel bajo era más fácil ver aves en el embalse y su entorno, entre otras cosas porque era más sencillo caminar por sus orillas. Ayer mismo apenas vimos alguna gaviota solitaria y unas pocas fochas nadando en medio del agua, pero difíciles de ver con las olas que provocaba el intenso viento.

Focha, Fulica atra.

No nos fue posible ver a los tarros canelos, ni tan siquiera a los abundantes ánades reales, ni a los menos abundantes patos cuchara que otras veces sí he podido ver, aunque siempre bastante alejados para mi equipo fotográfico.
Tarro canelo, Tadorna ferruginea.
Ánade real, Anas platyrhynchos. 
Anade friso Anas strepera


Incluso parece que han desaparecido las abundantes gaviotas, no sabemos si porque muchas de ellas ya han viajado al lejano Norte, donde regresan a criar, o porque el mal tiempo las hace refugiarse en otro lugar ya que sus posaderos habituales del invierno están ahora bajo el agua.


Gaviotas sombrías, Larus fuscus y gaviotas reidoras,
ahora llamadas Chroirocephalus ridibundus.

Las gaviotas que yo he visto son por orden de abundancia sombrías, reidoras y alguna patiamarilla.

Gaviotas reidoras, Chroirocephalus ridibundus, con coloración invernal 
Gaviota reidora, Chroirocephalus ridibundus,
dejándome claro lo que opina de mi y mis fotos.


Una de las especies que casi siempre encuentro en el embalse, y que más me gusta, es el pequeño zampullín cuellinegro. Es curioso pero a veces me da la sensación de que me acompaña en mi paseo por la orilla del embalse, siempre a la misma distancia, poniéndose delante, dejándose adelantar y volviendo a estar en paralelo a mi posición después de sumergirse durante unos minutos. 

Zampullín cuellinegro, Podiceps nigricollis, 
junto al ejemplar de gaviota de la foto anterior, antes de salir volando.


Eso me ha permitido, sin apenas esfuerzo, fotografiar la siguiente secuencia:
Zampullín cuellinegro, Podiceps nigricollis.



Un comportamiento muy parecido es el de sus hermanos mayores, los somormujos lavancos, que ya estarán dejando el plumaje invernal que tenían cuando los fotografié. Estoy deseando verlos en celo con sus espectaculares danzas.

Somormujo lavanco, Podiceps cristatus, en plumaje invernal.


La semana que viene unas cuantas fotos y especies más.

martes, 5 de marzo de 2013

Estrategias reproductoras de sapos y ranas

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Es el momento, está siendo un invierno cargado de nieves, aunque no demasiado frío, y pasado por agua, muy pasado por agua. Ahora que deja de haber heladas en mi zona, es el momento en que a los anfibios anuros (sapos y ranas) les entra la locura de la reproducción.
Pero no todos cantan y crían a la vez ni en las mismas masas de agua ni en las mismas zonas dentro de las charcas y lagunas. Posiblemente ni siquiera todas las especies se comportan exactamente igual en todos los ecosistemas de nuestra Península Ibérica pues en nuestro cambiante clima mediterráneo se han tenido que adaptar al oportunismo. Por eso me voy a centrar solamente en el entorno de la Sierra de Madrid por donde yo me suelo mover.



Son muchas las variables que pueden influir en que una u otra especie se decidan a criar en un entorno concreto, por ejemplo:
 
    - Época del año.
    - Permanencia del agua frente a temporalidad.
    - Corriente frente a estancada.
    - Profunda frente a superficial.

Elegir una u otra conlleva diferentes estrategias reproductivas. Así, en aguas profundas y permanentes los renacuajos pueden tardar más tiempo en desarrollarse y crecen más, mientras que en aguas superficiales y temporales deberán llegar a la metamorfosis con menor tamaño y más rápidamente.
Con la densidad, relativamente baja, de las poblaciones de sapos y ranas europeas, así como con las pocas especies que coinciden en una misma masa de agua comparadas con las de selvas tropicales, quizás sea exagerado hablar de competencia, pero el hecho real es que los requerimientos de una y otra especie son sutilmente diferentes y se solapan muy poco en sus ciclos vitales.
Tampoco quiero decir que los biotopos de cada especie sean únicos y exclusivos para cada una de ellas. De hecho, en diferentes lugares los animales aprovechan lo que tienen a su disposición. Por ejemplo: los sapos de espuelas de manera idealizada podríamos decir que ponen sus huevos en charcas permanentes de orillas arenosas y fondo de limo. Sin embargo, también pueden aprovechar remansos de ríos o arroyos con suficiente profundidad de agua, aunque a finales de verano lleguen a secarse.

Sapo de espuelas, Pelobates cultripes.

Suelen ser de las primeras especies en entrar en celo, incluso en febrero, si ha llovido, con tan solo 3ºC ya se ven activos. Cantan y hacen la puesta estando debajo del agua. Es la especie cuyos renacuajos alcanzan mayor tamaño. Tardan mucho en desarrollarse por lo que necesitan aguas profundas y lo más permanentes posible, aunque hacen la metamorfosis y salen del agua en el mismo año. En zonas más cálidas entran en celo en otoño. Sin embargo, también ponen en lagunas o remansos de río que pueden quedarse sin agua en los años secos y los renacuajos llegan a perecer deshidratados antes de la metamorfosis.

Sapo común, Bufo bufo.

Es quizás la más versátil de las especies de sapos, también es de los primeros en hacer la puesta, casi a la vez que los sapos de espuelas. Pueden poner en lagunas extensas y frescas, como las de montaña y también en arroyos. Cuando coincide con el sapo corredor esta especie se coloca en zonas con más corriente y el corredor en aguas más quietas. No se suele sumergir para hacer la puesta, sino que se coloca en aguas superficiales. En lagunas, cerca de las orillas, no como los sapos de espuelas que entran más al centro de la charca y a más profundidad. Los renacuajos son muy pequeños y llegan a la metamorfosis rápido, aunque no tengan que temer que se seque su charca.

Sapo corredor, Bufo calamita.

Es el estratega de la temporalidad. Puede decidirse a poner en épocas tempranas como los dos anteriores, pero como lo hace en aguas muy superficiales y temporales, las puestas tienen muchas posibilidades de secarse o congelarse. Por eso es frecuente que si más avanzada la primavera caen lluvias abundantes, hasta en el mes de mayo, hagan nuevas puestas. Los renacuajos son muy pequeños y se desarrollan muy rápido, especialmente si la charca empieza a secarse. Son capaces de metamorfosear con un tamaño mínimo.

Rana de  San Antón, Hyla arborea.



Es un poco más tardía que las especies ya vistas. En marzo pueden verse cantando, pero la mayor parte de las puestas se realizan en el mes de mayo. Ponen en aguas temporales y/o permanentes, siempre con vegetación marginal. Los renacuajos llegan a un tamaño mediano y salen del agua entre julio y agosto.

Rana común, Pelophylax perezi.

Inicia sus puestas bastante tarde casi independientemente de las lluvias, ya que vive siempre cerca del agua, generalmente permanente. Tampoco se concentran las puestas en unos pocos días sino que se prolongan bastante en el tiempo. A veces usa charcas temporales, pero cerca de ríos o lagunas permanentes. Esto es especialmente frecuente cuando la masa de agua permanente contiene peces. He visto como en jardines con estanques con peces las ranas ponen en las cubetas de los filtros, donde los peces no llegan, aunque luego las ranas canten y vivan sin problemas en el entorno del estanque. De alguna manera, detectan la presencia de depredadores. Los renacuajos se hacen muy grandes y algunos no hacen la metamorfosis hasta el año siguiente. Así, en una misma charca hay renacuajos del año, más pequeños, y del año anterior.

Rana patilarga, Rana iberica.

No la hay en mi zona, sino a bastante más altitud. Su periodo de celo pasa bastante desapercibido y se inicia con el deshielo en abril y mayo. Prefiere arroyos de montaña. Los renacuajos son más pequeños que los de ranas comunes y no pasan el invierno en el agua. Metamorfosean a finales de verano e inicio de otoño. 
 
Sapillo pintojo, Discoglossus galganoi.

Se reproduce con la primavera bien avanzada en pequeñas charcas, manantiales, fuentes y arroyos temporales, generalmente con hierba y vegetación en su entorno. Los huevos no forman masas gelatinosas compactas, quedan sueltos y se pueden dispersar entre la vegetación pasando más desapercibidos. No se reproducen todos a la vez, sino que hacen varias puestas durante un par de meses. Los renacuajos  son pequeños pero no tanto como los Bufo. Sufren la metamorfosis un par de meses después de la puesta. No los tengo localizados en mi entorno inmediato, aunque entra dentro de su zona de distribución y hay sitios adecuados para ellos.

 

Sapo partero común, Alytes obstetricans y 
sapo partero ibérico, Alytes cisternasii.

Mi zona se encuentra en la frontera que separa la distribución de las dos especies y no hay ninguna de las dos, pero tampoco me resisto a ponerlo aquí por la curiosidad de su estrategia reproductiva. Hacen sus puestas estando en tierra y los machos cargan con ellas hasta que los huevos están a punto de eclosionar, momento en que los llevan al agua.  Los huevos no tienen la cubierta gelatinosa típica de otras especies, son grandes y con una gran cantidad de alimento para el embrión (vitelo) por lo que, en el momento de la eclosión, salen los renacuajos grandes y muy desarrollados, sin la típica fase larvaria estática y con branquias externas. Dejan las larvas en aguas generalmente permanentes. Los renacuajos llegan a hacerse muy grandes.  A. obstetricans se encuentra en la Sierra en zonas muy altas, lagunas de montaña, y sus larvas pueden pasar el invierno en las charcas, bajo el hielo y la nieve. Aunque en algunos lugares tienen claros periodos de reproducción, el sapo partero ibérico pone en casi todas las épocas excepto en las de más calor y sequía. En cambio, el sapo partero común está restringido por el frío invernal y pone en primavera.

En resumen es muy interesante ver cómo los sapos parteros, que cuidan de su descendencia más que otras especies, ponen un número bajo de huevos, aunque el esfuerzo reproductivo de las hembras sea grande para poderlos dotar de mucho vitelo. Y también los machos aportan energía en su cuidado. Sin embargo, en el otro extremo, otras especies sin cuidados parentales y alto riesgo de muerte de larvas y metamórficos, como ocurre con los Bufo, hacen puestas de miles de huevos. Los sapos de espuelas ponen también miles de huevos y los renacuajos crecen mucho antes de la metamorfosis, pero las condiciones meteorológicas cambiantes pueden llevar al desastre toda la generación anual si hay una gran sequía. En otros tiempos, como señalaba Valverde, los Pelobates tenían poblaciones explosivas que llegaban a atascar acequias y canalizaciones rurales, pero otros años, si no llueve a tiempo, ni siquiera hacen las puestas, como ocurrió el año pasado en este rincón de la sierra madrileña.
 
Los dibujos anteriores son adaptaciones de los que puse en el libro "Los anfibios y reptiles de Madrid" de M. G. Paris, C. Martin, J. Dorda y M. Esteban. (1989).

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