martes, 31 de agosto de 2010

Día de orgía para las chicharras montañeras

Termino con los apuntes de un día de campo muy productivo, a mediados de agosto, entre La Najarra y el pico de los Bailanderos. Además de las arañas y mariposas, de nuevo me encontré con unas viejas conocidas, Lluciapomaresius stalii (antes llamada Steropleurus stalii), que ya vimos el año pasado y ya mostré en esta entrada "La chicharra montañera". Entonces era el momento de hacer la puesta, en pleno mes de octubre, en Siete Picos. Ahora encontré una nutrida reunión de ejemplares subidos en los piornos. Y aunque no me miraban con buenos ojos, las fotografié sin reparo.
Hembras y machos cantando, se dedicaban al cortejo y cópula. Aunque no pillé a ninguna pareja en el momento de más intimidad, por su abundancia puede fotografiar sin molestar a ejemplares de ambos sexos y las dos coloraciones principales, desde el verde hasta el pardo, casi negro.
Las hembras, como ya vimos en la otra entrada, tienen esa especie de estilete, ovopositor, para hacer un agujero en el suelo y poner en él los huevos. Los machos, en cambio, como podemos ver a continuación, carecen de él.
Ejemplar macho

Hembra verde

Hembra oscura.

Pero ¿que es lo que tiene esa hembra al final del abdomen? A primera vista nos puede parecer que son huevos, pero estando el animal en las ramas del piorno no tiene lógica, porque los ponen enterrados en el suelo. Esa extraña masa gelatinosa es un espermatóforo, es decir un paquete repleto de espermatozoides acompañado de sustancias nutritivas. La hembra irá absorbiendo su contenido para fecundar los huevos. Una vez cumplida su función, parece ser, que no es raro que la hembra consuma los restos de espermatóforo. Igualmente, muchos animales mueren tras las agotadoras sesiones reproductivas y las hembras supervivientes no desaprovechan la ocasión de consumirlos, pues son depredadores y, si se tercia, caníbales.
Unos días después, con ganas de estrenar un nuevo flash, volví a recorrer los piornales en busca de las hembras fecundadas, por si ya estaban poniendo los huevos, y ... ¡absoluto fracaso! Tras dos horas dedicadas únicamente a la búsqueda en los mismos piornos donde había visto la fiesta, renuncié al intento y volví cabizbajo al coche, para encontrarme un solitario macho justamente en el borde del aparcamiento, encaramado a un senecio, y rodeado de basura. Quizás a mediados de octubre, igual que el año pasado, sea cuando vuelvan a salir. No os quepa duda de que lo voy a intentar de nuevo.
Por último, una advertencia: Hay muchas especies muy parecidas, como Ephippiger ephippiger, que es también bastante abundante en la Penínsua Ibérica, pero no es tan propia de alta montaña como la protagonista de hoy. Además, Lluciapomaresius stalii es muy abundante en el Sistema Central y, casi con seguridad, las chicharras que veamos en montaña en esta zona serán de esta especie.
Para los que tengan dudas os invito a buscar las dos especies en la web de biodiversidad virtual, para intentar apreciar las diferencias de la mano de un verdadero experto.

domingo, 22 de agosto de 2010

La mariposa de montaña y el viento

Siguiendo con los bichos observados en la zona del Puerto de la Morcuera el domingo pasado, hubo un acontecimiento que me llamó la atención y me parece interesante anotar en este cuaderno de campo compartido.

Si bien el ascenso al Pico de los Bailanderos fue agradablemente fresco, sin apenas una leve brisa, de la bajada no pudimos decir lo mismo. El momento de pasar por las laderas de La Najarra, que es cuando pensaba entretenerme con la cámara, comenzó un incómodo viento que no me dejaba hacer fotos de insectos con tranquilidad. A pesar de todo me armé de paciencia e intenté hacer las que pude. No puedo decir que los resultados fuesen muy destacables, pero, como de costumbre, me excuso en su valor documental y no artístico, que es lo que se pretende.

Una de las mariposas que volaban este día en lo alto de la Sierra, era el ninfálido Melanargia russiae, conocido como medioluto montañera. Así posada en el suelo tomaba el sol, justo cuando empezó el viento y la mariposa fue arrastrada ladera arriba.Para localizarla cada vez que emprendía el vuelo me ayudaba mi hija que en un determinado momento, con gran sorpresa, exclamó: ¡ha caído muerta!

En efecto, esa es la sensación que producía y así lo repitió otras tres veces más. Cada vez que el viento arreciaba se dejaba caer al suelo de golpe y se tumbaba. Eso me permitió hacer la foto del reverso de las alas para asegurar su identificación. No se si será una estrategia doble, protegerse del viento y hacerse la muerta camuflada en el suelo, que era de color muy parecido, o solo por una de las razones, pero evidentemente se trata de un comportamiento de la especie que repitió varias veces.
Se ve que el ejemplar tiene las alas desflecadas y bastante descoloridas, mediados de agosto es el final de su ciclo de vida y estas serán las últimas que veamos este año. Las orugas pasarán el invierno escondidas entre las gramíneas de montaña que son sus plantas nutricias, bajo la nieve y el hielo. Esta es la medioluto ibérica más típica de las montañas. A medida que bajamos la veremos coincidiendo con otras especies más cosmopolitas, pero en lo más alto, solo queda ella.
Otro ninfálido de alta montaña es Satyrus actaea, al que dan el gracioso nombre común de sátiro negro.
Gracias a que había una buena cantidad de ejemplares en un lugar resguardado del viento, pude hacer alguna foto más decente. Esta especie, de biología muy parecida a la anterior, está también al final de su periodo de vuelo que se inició en el mes de julio. A las especies de montaña solo les da tiempo para una generación.
En la foto de arriba, en segundo plano, se asoma un ejemplar hembra que es de colores más claros y contrastados que el macho, que puede verse en la foto inferior.

El verano pasado ya hice un par de entradas con las mariposas de montaña como principales protagonistas, pero no sobre estas dos especies:

lunes, 16 de agosto de 2010

Eresus, una araña con vida familiar

Estamos acostumbrados a leer y escuchar las terribles historias de "viudas negras" que se han comido a sus maridos en el mundo de las arañas. No seré yo quien asegure que esto no pueda terminar ocurriendo en la especie que ayer encontré en uno de nuestros paseos por la Sierra de Madrid, pero la literatura especializada dice que en esta especie macho y hembra viven juntos compartiendo nido durante una buena temporada.
Esta bonita araña con algo más de un centímetro de longitud es un macho de la especie Eresus kollari, hasta hace poco denominada Eresus cinnaberinus, y que en libros y artículos con algunos años se encontrará con el nombre de Eresus niger.
Las hembras de esta especie son casi el doble de grandes pero no tienen el abdomen tan coloreado, son de color negro o gris muy oscuro, aunque algunas tienen los quelíceros rojizos.
Para los que nos gustan las arañas pero no hemos profundizado en el conocimiento e identificación de las numerosas especies existentes, esta es de las más agradecidas ya que se distingue a primera vista y por mucho que sean raras, con esos colores se ven fácilmente en los paseos camperos.
Esta se me cruzó en el camino en las faldas del pico de La Najarra, cerca del Puerto de la Morcuera. La mayor parte de las citas que he encontrado en España se refieren a encuentros en zonas de montaña. Yo la he visto alguna vez en mi jardín, que está a algo más de 1.000 m sobre en nivel del mar y el resto de las veces siempre a mayor altitud.Como puede observarse es algo así como una versión miniatura de las grandes y peludas arañas tropicales, destacando unos quelíceros muy desarrollados, lo que nos indica que la inmovilización de sus presas no depende de la tela de araña sino de hacer un buen agarre e inyectarle suficiente cantidad de veneno. Las Eresus viven en túneles forrados de seda de unos 10 cm de profundidad, que se esconden entre piedras y raíces de plantas. El cono de entrada está muy poco desarrollado, no es tanto una tela de captura como de aviso de que una presa pasa por allí. Las presas suelen ser animales de vida terrestre como pequeños escarabajos, otras arañas y miriápodos.
A finales de verano los machos deambulan buscando el nido de una hembra y es cuando más fácilmente pueden encontrarse. No tienen que temer tanto como otras arañas a sus grandes parejas porque de hecho, se quedan a vivir con ellas y comparten su comida. Parece que una vez cumplida su obligación reproductora pueden llegar a ser comidos, aunque no está claro que no sea después de morir, ya que tras la reproducción, en cualquier caso, suelen morir.
La hembra pone los huevos en un paquete forrado de seda y los mete o los saca del túnel según la meteorología para que siempre tengan las mejores condiciones de temperatura y humedad. Cuando las crías nacen, viven junto a su madre y así pasan el otoño e invierno compartiendo todas el mismo nido. Es posible que la madre muera de vieja en este periodo (a la edad de cuatro años) y entonces sus crías la aprovechan como comida disponible de la misma manera que ella hizo con su marido.
Según (en el 2010) el banco de datos de la fauna ibérica y la web de arácnidos ibéricos en la Península hay dos especies más del mismo género: E. solitarius y E. sedilloti. También hay referencias de una especie que procede del norte de África: Eresus albopictus.
Una especie más de un género de la misma familia, aunque no tan coloreada, se encuentra en la mitad sur peninsular: Stegodyphus lineatus. La familia de los Erésidos, cuenta con unas 100 especies de distribución africana y euroasiática.
Edito para añadir una cita que había leído pero no había podido comprobar:
En su libro "El jardín de los dioses", el tercero de la trilogía de Corfú, Gerald Durrel dedica unas deliciosas páginas a la especie Eresus niger, aunque mucho me temo que en las islas griegas no sea esta la especie presente según la nomenclatura actual.